martes, 30 de junio de 2009

Introducción: Ser y Palabra de mujer

Introducción:
Ser y Palabra de mujer


"Si el físico puede llegar a conocer aquello que hemos llamado un fenómeno primigenio, queda entonces aliviado, y el filósofo con él. El primero porque está convencido de haber llegado a los límites de su ciencia, de que se encuentra en las alturas empíricas, desde donde, hacia atrás, puede vislumbrar la experiencia en todos sus niveles, y, hacia adelante, el reino de la teoría, donde puede penetrar. El filósofo queda aliviado porque toma del físico algo último, que para él se convierte en algo primero".
J. W. Goethe, Teoría de los colores.

Por Iván Rodrigo García Palacios

En nombre de la Verdad los Homo-Humanos, al tiempo que han logrado las realizaciones más sublimes, se han dicho las más grandes mentiras y cometido las peores atrocidades.
La peor de esas Verdades y la que apenas ahora empieza a ser subvertida, es aquella que sostiene que mujeres y hombres son iguales, pero que sólo existe un Ser, mejor dicho, que el Ser es un algo andrógino, homogéneo, pero masculinizado, como si no existieran suficientes diferencias ontológicas, fenomenológicas y biológicas entre las naturalezas de mujeres y de hombres como para reconocer que los géneros de los miembros de la especie son propios, similares, pero diferentes, tanto ontológica y fenomenológica como biológicamente, y que comparten un destino común y complementario, el que deben cumplir de manera solidaria.
Es una guerra que se ha hecho más cruenta y perjudicial desde que los filósofos y los científicos empezaron a disputarse como únicos amos y señores de una propiedad privada y exclusiva: la Verdad, la cual dejó de ser atributo para convertirse en trofeo de guerra.
Hombres y mujeres, sentir y pensar, imaginación y razón, filosofía y ciencia, son la esfera del "Ying y el Yang" de una especie cuyo fin y destino es el mismo.

***

De acuerdo con las leyes de la evolución biológica y cultural, en los organismos todos y cada uno de los mecanismos y sus funcionamientos cumplen funciones propias, necesarias y útiles para lograr los tres grandes objetivos de su existencia, los tres instintos determinantes de la vida: supervivencia, reproducción y adaptación y en las especies sexuadas esos objetivos se logran cuando un sexo completa y complementa al otro. Para existir, se necesitan.
La biología de mujeres y hombres se desarrolla a partir de un diseño similar en el que buena parte de las funciones son diferentes y propias para cada sexo, es decir, como especie son semejantes, pero nunca iguales; se completan y son complementarios, pero nunca subordinados.
Las ciencias biológicas, en sus investigaciones más recientes, están demostrando que, además de las diferencias evidentes entre los sexos de la especie, como en la reproducción, existen mecanismos y funcionamientos propios y diferenciados en todos los demás aspectos, los cuales se complementan para la realización de aquellos grandes objetivos e instintos.
En ese sentido, cada uno de los sexos de la especie, posee cualidades y calidades propias que completan y complementan las del otro, en particular y en general. Se podría decir que los individuos de cada sexo están biológica y culturalmente especializados para el ejercicio de sus funciones y actividades y que esas cualidades y calidades, más que un conjunto, son una comunidad que, además de funcionar por necesidad, debe funcionar por solidaridad.
Para obviar lo evidente, este funcionamiento por solidaridad obliga a contemplar los aspectos más complejos de la naturaleza del Homo-Humano: la formación, desarrollo y funcionamiento del cerebro y la formación, desarrollo y actividades de la mente y con ella, la cultura.
En primer lugar, es necesario partir de las ya evidentes diferencias y similitudes del cerebro que es donde se origina esa mente.
Los cerebros de mujeres y hombres se diferencian en aspectos formales y físicos y tales diferencias causan y producen diferencias funcionales en la formación, desarrollo y funcionamiento de la mente, muchas de ellas ya demostradas por las neurociencias, pero también, muchas de ellas oscurecidas bajo la consideración homogeneizada del cuerpo humano.
Es por esas diferencias físicas, formales y funcionales que en el cerebro de mujeres y hombres se forma, desarrolla y funciona una mente propia para cada sexo, con sus propias y particulares cualidades y calidades de percepción, sensación, imaginación, razón, expresión, etc. y, por supuesto, con la propia y particular visión de sí mismos, de los otros y del mundo, las cuales, como en lo biológico, se completan y complementan para el cumplimiento de los fines y destino biológico y ontológico propios de la especie y, más allá, en sus realizaciones existenciales y espirituales.

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